La Natividad (Giorgio Vasari) |
(The Warning) (El Aviso de Dios)
— 18 dic 2012, 06:45 (Mensaje de la Virgen María - Reseña) (Virgin Mary: All those who promote abortion and who are responsible for it being introduced are guilty of mortal sin —Todos aquellos que promueven el aborto y que son responsables por haberse introducido son culpables de pecado mortal)
El maligno ha influido en los gobiernos de todo el mundo para conseguir que el aborto no sólo sea aceptado sino que, además, se vea como algo bueno. Todo el Cielo se entristece ante esta realidad. Los hijos de Dios serán destruidos en gran número al comenzar la Gran Tribulación. Aumentarán las guerras, la hambruna, los asesinatos y los suicidios. Sin embargo, es el pecado del aborto lo que provoca la Ira de Dios Padre, más que casi cualquier otro pecado. Los países que aceptan el aborto sufrirán más por medio de la mano de Dios. Es importante que todos recemos el Santo Rosario todos los viernes hasta la última semana de enero de 2013, para detener la propagación del aborto. Cada uno de los niños que mueren en el seno de su madre se convierte en un ángel en el Reino de Dios Padre. Sus oraciones van dirigidas a la salvación de sus madres. Quienes promueven el aborto pecan mortalmente. Hay que rezar especialmente por ellos.
— 18 dic 2012, 07:30 (Mensaje de Jesucristo - Reseña) (My Flames of Mercy, like Tongues of Fire, will descend on every soul soon — Mis Llamas de Misericordia, como Lenguas de Fuego, descenderán pronto en cada alma)
Hemos de aceptar la Misericordia de Dios sin miedo. Durante el Aviso, Jesús no vendrá a hacer daño o a juzgar a los hijos de Dios. Viene a prepararnos para revelarnos la verdad en nuestros corazones. Sólo si confiamos en Él aceptaremos este gran don con alegría y paz. Es importante que celebremos el nacimiento del Señor, pues así reconocemos nuestra salvación. El Señor nos ha dado el don de la libertad y desea que compartamos la Verdad con otros, sin miedo en nuestros corazones. Cuando llegue el momento de la Segunda Venida de Cristo nos arrepentiremos de no haber difundido más su Palabra entre las almas perdidas. Aprovechemos este tiempo de oración [el Adviento y la Navidad] para limpiar nuestras almas. Pasemos tiempo con nuestras familias y quienes están más cerca de nosotros. Ayudemos a quienes están afligidos en el cuerpo o en el espíritu. Pronto descenderá la Llama de la Misericordia del Señor, como lenguas de fuego, y desea que estemos preparados en todo momento.
2. Jabez (Ontario, Canadá)
(Jabez In Action)
— 20 dic 2012 (Mensaje de Dios Alfa y Omega - Reseña) (Purification Is Under Way, But Rejoice In Me — La purificación está en camino, pero alegraos en mí)
El Amor de su Padre, impulsa a Jesús a acercarse a nosotros todos los días. El Señor desea llevarnos a la gloria. Hemos de hacer sacrificios y olvidar nuestra inclinación al pecado. Jesús tiene roto el corazón de ver cómo los hombres y las mujeres transgredimos los mandamientos de Dios. Él desea que bendigamos a nuestros enemigos y recemos por su conversión. No cerremos nuestros corazones al amor. Amemos sin condición. Esparzamos el amor por toda la tierra y preparémonos para lo que está por venir, mediante la oración y la acción de gracias. El Señor renovará la faz de la tierra y establecerá su dominio muy pronto. Nos pide que seamos pacientes con Él. Crezcamos en humildad, obediencia y amor. Él restaurará la Tierra. la purificación está en camino, pero alegrémonos en el Señor más que nunca.
3. Michael DiBitteto (Shelton, Connecticut, USA)
(T.R.U.S.T. Prayer Group)
— 18 dic 2012 (Mensaje de Nuestra Señora - Reseña)
Nuestra Señora de las Tristezas (Our Lady of Sorrows) dedica la mayor parte de este mensaje al asesinato múltiple que tuvo lugar recientemente en Newton, Connecticut. Dice que no hay palabras para expresar lo que siente Ella, y su Hijo Jesús, y Dios Padre por lo ocurrido a las 27 víctimas. Si no estuviéramos ahora en la temporada de Adviento y a pocos días de la Navidad, Dios Padre golpearía al Mundo, de una vez por todas, con su mano de justicia. Dicen que el asesino tenía problemas mentales o estaba perturbado... No, él escogió seguir a Satanás. Dios nos dió la libertad no sólo para decidir lo que vamos a comer esta noche, sino, sobre todo, si la utilizamos para escoger a Dios en nuestra vida, o a Satanás. El asesino escogió al Diablo. No somos marionetas. Dios respeta nuestra libertad. Todos tenemos entendimiento y voluntad, y hemos de utilizarlos sabiamente. Se han hecho muchas oraciones por los niños fallecidos, pero la Virgen nos pide que recemos también por sus padres, por sus profesores, por sus parientes cercanos. Necesitan nuestras oraciones, especialmente cuando sólo falta una semana para la Navidad. Nuestra Señora anuncia que el próximo mensaje al Grupo de Oración no será el día de Navidad (marates) sino al día siguiente, para que todos los que forman parte de este grupo puedan pasar la Navidad con su familia.
* Año de la Fe. Catequesis del Papa (miércoles 19 de diciembre de 2012)
Queridos hermanos y hermanas:
En el camino del Adviento, la Virgen María tiene un lugar especial, como aquella que de un modo único ha esperado el cumplimiento de las promesas de Dios, acogiendo en la fe y en la carne a Jesús, el Hijo de Dios, en obediencia total a la voluntad divina. Hoy quisiera reflexionar con ustedes brevemente sobre la fe de María a partir del gran misterio de la Anunciación.
“Chaîre kecharitomene, ho Kyrios meta sou”,“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc. 1,28). Estas son las palabras --relatadas por el evangelista Lucas--, con las que el arcángel Gabriel saluda a María. A primera vista el término chaîre, “alégrate”, parece un saludo normal, usual en la costumbre griega, pero esta palabra, cuando se lee en el contexto de la tradición bíblica, adquiere un significado mucho más profundo. Este mismo término está presente cuatro veces en la versión griega del Antiguo Testamento y siempre como un anuncio de alegría para la venida del Mesías (cf. Sof. 3,14; Joel 2,21; Zac 9,9; Lam 4,21). El saludo del ángel a María es entonces una invitación a la alegría, a una alegría profunda, anuncia el fin de la tristeza que hay en el mundo frente al final de la vida, al sufrimiento, a la muerte, al mal, a la oscuridad del mal que parece oscurecer la luz de la bondad divina. Es un saludo que marca el comienzo del Evangelio, la Buena Nueva.
¿Pero por qué María es invitada a alegrarse de esta manera? La respuesta está en la segunda parte del saludo: “El Señor está contigo”. También aquí, con el fin de comprender bien el significado de la expresión debemos recurrir al Antiguo Testamento. En el libro de Sofonías encontramos esta expresión“: ¡Grita de alegría, hija de Sión!... El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti… ¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti, es un guerrero victorioso!” (3,14-17). En estas palabras hay una doble promesa hecha a Israel, a la hija de Sión: Dios vendrá como un salvador y habitará en medio de su pueblo, en el vientre de la hija de Sión. En el diálogo entre el ángel y María se realiza exactamente esta promesa: María se identifica con el pueblo desposado con Dios, es en realidad la hija de Sión en persona; en ella se cumple la espera de la venida definitiva de Dios, en ella habita el Dios vivo.
En el saludo del ángel, María es llamada “llena de gracia”; en griego el término “gracia”, charis, tiene la misma raíz lingüística de la palabra “alegría”. Incluso en esta expresión se aclara aún más la fuente de la alegría de María: la alegría proviene de la gracia, que viene de la comunión con Dios, de tener una relación tan vital con Él, de ser morada del Espíritu Santo, totalmente modelada por la acción de Dios. María es la criatura que de una manera única ha abierto la puerta a su Creador, se ha puesto en sus manos, sin límites. Ella vive totalmente de la y en la relación con el Señor; es una actitud de escucha, atenta a reconocer los signos de Dios en el camino de su pueblo; se inserta en una historia de fe y de esperanza en las promesas de Dios, que constituye el tejido de su existencia. Y se somete libremente a la palabra recibida, a la voluntad divina en la obediencia de la fe.
El evangelista Lucas narra la historia de María a través de un buen paralelismo con la historia de Abraham. Así como el gran patriarca fue el padre de los creyentes, que ha respondido al llamado de Dios a salir de la tierra en la que vivía, de su seguridad, para iniciar el viaje hacia una tierra desconocida y poseída solo por la promesa divina, así María confía plenamente en la palabra que le anuncia el mensajero de Dios y se convierte en un modelo y madre de todos los creyentes.
Me gustaría hacer hincapié en otro aspecto importante: la apertura del alma a Dios y a su acción en la fe, también incluye el elemento de la oscuridad. La relación del ser humano con Dios no anula la distancia entre el Creador y la criatura, no elimina lo que el apóstol Pablo dijo ante la profundidad de la sabiduría de Dios, “¡Cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!” (Rm. 11, 33). Pero así aquel –que como María--, está abierto de modo total a Dios, llega a aceptar la voluntad de Dios, aún si es misteriosa, a pesar de que a menudo no corresponde a la propia voluntad y es una espada que atraviesa el alma, como proféticamente lo dirá el viejo Simeón a María, en el momento en que Jesús es presentado en el Templo (cf. Lc. 2,35). El camino de fe de Abraham incluye el momento de la alegría por el don de su hijo Isaac, pero también un momento de oscuridad, cuando tiene que subir al monte Moria para cumplir con un gesto paradójico: Dios le pidió que sacrificara al hijo que le acababa de dar. En el monte el ángel le dice: “No alargues tu mano contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que eres temeroso de Dios, ya que no me has negado tu único hijo” (Gen. 22,12); la plena confianza de Abraham en el Dios fiel a su promesa existe incluso cuando su palabra es misteriosa y difícil, casi imposible de aceptar. Lo mismo sucede con María, su fe vive la alegría de la Anunciación, pero también pasa a través de la oscuridad de la crucifixión del Hijo, a fin de llegar hasta la luz de la Resurrección.
No es diferente para el camino de fe de cada uno de nosotros: encontramos momentos de luz, pero también encontramos pasajes en los que Dios parece ausente, su silencio pesa sobre nuestro corazón y su voluntad no se corresponde con la nuestra, con aquello que nos gustaría. Pero cuanto más nos abrimos a Dios, recibimos el don de la fe, ponemos nuestra confianza en Él por completo --como Abraham y como María--, tanto más Él nos hace capaces, con su presencia, de vivir cada situación de la vida en paz y garantía de su lealtad y de su amor. Pero esto significa salir de sí mismos y de los propios proyectos, porque la Palabra de Dios es lámpara que guía nuestros pensamientos y nuestras acciones.
Quiero volver a centrarme en un aspecto que surge en las historias sobre la infancia de Jesús narradas por san Lucas. María y José traen a su hijo a Jerusalén, al Templo, para presentarlo y consagrarlo al Señor como es requerido por la ley de Moisés: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor” (Lc. 2, 22-24). Este gesto de la Sagrada Familia adquiere un sentido más profundo si lo leemos a la luz de la ciencia evangélica del Jesús de doce años que, después de tres días de búsqueda, se le encuentra en el templo discutiendo entre los maestros. A las palabras llenas de preocupación de María y José: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”, corresponde la misteriosa respuesta de Jesús: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debía estar en la casa de mi Padre?” (Lc. 2,48-49). Es decir, en la propiedad del Padre, en la casa del Padre, como lo está un hijo. María debe renovar la fe profunda con la que dijo "sí" en la Anunciación; debe aceptar que la precedencia la tiene el verdadero Padre de Jesús; debe ser capaz de dejar libre a ese Hijo que ha concebido para que siga con su misión. Y el "sí" de María a la voluntad de Dios, en la obediencia de la fe, se repite a lo largo de toda su vida, hasta el momento más difícil, el de la Cruz.
Frente a todo esto, podemos preguntarnos: ¿cómo ha podido vivir de esta manera María junto a su Hijo, con una fe tan fuerte, incluso en la oscuridad, sin perder la confianza plena en la acción de Dios? Hay una actitud de fondo que María asume frente a lo que le está sucediendo en su vida. En la Anunciación, ella se siente turbada al oír las palabras del ángel --es el temor que siente el hombre cuando es tocado por la cercanía de Dios--, pero no es la actitud de quien tiene temor ante lo que Dios puede pedir. María reflexiona, se interroga sobre el significado de tal saludo (cf. Lc. 1,29). La palabra griega que se usa en el Evangelio para definir este “reflexionar”, “dielogizeto”, se refiere a la raíz de la palabra “diálogo”. Esto significa que María entra en un diálogo íntimo con la Palabra de Dios que le ha sido anunciada, no la tiene por superficial, sino la profundiza, la deja penetrar en su mente y en su corazón para entender lo que el Señor quiere de ella, el sentido del anuncio. Otra referencia sobre la actitud interior de María frente a la acción de Dios la encontramos, siempre en el evangelio de san Lucas, en el momento del nacimiento de Jesús, después de la adoración de los pastores. Se dice que María “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc, 2,19); el término griego es symballon, podríamos decir que Ella “unía”, “juntaba” en su corazón todos los eventos que le iban sucediendo; ponía cada elemento, cada palabra, cada hecho dentro del todo y lo comparaba, los conservaba, reconociendo que todo proviene de la voluntad de Dios. María no se detiene en una primera comprensión superficial de lo que sucede en su vida, sino que sabe mirar en lo profundo, se deja interrrogar por los acontecimientos, los procesa, los discierne, y adquiere aquella comprensión que solo la fe puede garantizarle. Y la humildad profunda de la fe obediente de María, que acoge dentro de sí misma incluso aquello que no comprende de la acción de Dios, dejando que sea Dios quien abra su mente y su corazón. “Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor” (Lc. 1,45), exclama la pariente Isabel. Es por su fe que todas las generaciones la llamarán bienaventurada.
Queridos amigos, la solemnidad de la Natividad del Señor, que pronto celebraremos, nos invita a vivir esta misma humildad y obediencia de la fe. La gloria de Dios se manifiesta en el triunfo y en el poder de un rey, no brilla en una ciudad famosa, en un palacio suntuoso, sino que vive en el vientre de una virgen, se revela en la pobreza de un niño.
La omnipotencia de Dios, también en nuestras vidas, actúa con la fuerza, a menudo silenciosa, de la verdad y del amor. La fe nos dice, por lo tanto, que el poder inerme de aquel Niño, al final gana al ruido de los poderes del mundo.
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V. (ZENIT).
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