En 1962, varios miembros de nuestra familia fuimos testigos del "milagruco", ocurrido en Garabandal (San Miguel Arcángel dio la Sagrada Comunión a Conchita González). Ahora, cincuenta años después, esperamos que terminen de cumplirse las profecías de la Virgen. En este blog nos proponemos recoger -en castellano, inglés, francés, portugués, italiano...- algunos mensajes del Cielo a hombres y mujeres de Dios, en nuestros tiempos. Son continuación de lo que la Virgen anunció en Garabandal, entre 1961 y 1965. Si se leen despacio, son fuente de oración, y de amor a Dios y a nuestros hermanos de todo el mundo. Conviene advertir que, mientras caminamos en esta vida, vamos hacia la luz de la verdad a través de sombras e imágenes veladas. Por eso, no podemos alcanzar aún un discernimiento pleno de estos mensajes. Durante el "Aviso" el Señor disipará nuestras dudas e incertidumbres. Para comprender mejor el contenido del blog, se puede leer la página sobre GARABANDAL.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Mensajes (9 dic 2012)

Madonna y el Niño con el joven San Juan Bautista y Santa Catalina (detalle)
La Virgen con el joven San Juan Bautista
y Santa Catalina (detalle)
(Tiziano)
1. Oliveto Citra (SA, Italia)
(Grupo de Amor Gruppo dell Amore della SS. Trinità)

2 dic 2012 (Mensajes de Jesucristo y la Virgen)
     Nuestra Señora comienza dirigiéndonos unas palabras, y nos dice que la Santísima Trinidad está operando en todo el mundo con grandísima potencia, y que muchas cosas cambiarán. La humanidad debe volverse a la luz, porque vive en las tinieblas. Nos pide que sigamos sus consejos que se refieren a la salvación de nuestras almas. Muy pronto se confirmará todo lo que ha sido anunciado desde Oliveto Citra. Luego, Jesús se dirige a nosotros y nos invita, como siempre, a rezar incesantemente para que nuestro espíritu se fortifique cada vez más, pues muy pronto habrá muchos cambios en todo el mundo y hemos de ser testigos fuertes de la verdad. Jesús invita a todos los Consagrados a convertirse al Amor de la Santísima Trinidad. El Amor debe vencer sobre el mal. Muy pronto la Iglesia deberá afrontar grandes tribulaciones. Por eso invita a todos los hermanos Consagrados a rezar con todo el corazón y a abrirse cada vez más al Amor de la Santísima Trinidad, pues no hay más tiempo que perder. Muy, muy pronto se darán grandes confirmaciones de todo lo que se ha dicho en Oliveto Citra.

* Santa Faustina Kowalska habla sobre él Sacramento de la Confesión
(Cfr. Diario, 1715 y 1725, en Pradnik, en mayo de 1938, unos meses antes de su muerte)

     "Una fuerte tentación. Cuando el Señor me hizo saber cuánto le es agradable el corazón puro, conocí más profundamente mi propia miseria; y cuando comencé a prepararme a la confesión me asaltaron fuertes tentaciones contra los confesores. Yo no veía a Satanás, pero si lo sentía a él y su tremenda maldad. Sí, es un hombre como los demás. No es como los demás, porque tiene el poder de Dios. Si, acusarse de los pecados no es difícil, pero descubrir los más escondidos secretos del corazón, rendir cuenta de la actuación de la gracia de Dios, hablar de cada deseo de Dios, de todo lo que pasa entre yo y Dios decir esto a un hombre, eso está por encima de las fuerzas. Y sentía que luchaba contra fuerzas poderosas y exclamé: Oh Cristo, Tú y el sacerdote son uno, me acercaré a la confesión como a Ti y no a un hombre. Al acercarme a la rejilla, descubrí primero mis dificultades. El sacerdote dijo que no había podido hacer mejor que revelar en primer lugar esas fuertes tentaciones. Y después de la confesión se dispersaron todas quién sabe dónde; mi alma disfruta de la paz.

     Hoy, el Señor volvió a instruirme cómo debo acercarme al sacramento de la penitencia: Hija Mía, como te preparas en Mi presencia, así te confiesas ante Mí; el sacerdote es para Mí sólo una pantalla. No analices nunca de qué clase de sacerdote Me estoy valiendo y abre el alma al confesarte como lo harías Conmigo, y Yo llenaré tu alma con Mi luz".

* Año de la Fe. Catequesis del Papa (5 dic 2012)

Queridos hermanos y hermanas:
     Al comienzo de su carta a los cristianos de Éfeso (cf. 1, 3-14), el apóstol Pablo eleva una oración de bendición a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, oración que hemos hemos escuchado recién, y que nos introduce a vivir el tiempo del Adviento, en el contexto del Año de la fe. El tema de este himno de alabanza es el plan de Dios con respecto al hombre, que se define en términos llenos de alegría, de asombro y de gratitud, como un "benévolo designio" (v. 9), de misericordia y de amor.
     ¿Por qué el apóstol eleva a Dios, desde lo más profundo de su corazón, esta bendición? Debido a que ve su obra en la historia de la salvación, que culmina en la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, y contempla cómo el Padre Celestial nos ha elegido antes de la fundación del mundo, para ser sus hijos adoptivos, en su Hijo Unigénito, Jesucristo (cf. Rm. 8,14 s; Gal. 4,4s). Por lo tanto, nosotros existimos desde la eternidad en la mente de Dios, en un gran proyecto que Dios ha reservado para sí mismo y que ha decidido poner en práctica y de revelar en "la plenitud de los tiempos" (cf. Ef. 1,10). San Pablo nos ayuda a entender, cómo toda la creación y, en particular, el hombre y la mujer no son el resultado de la casualidad, sino que responden a un proyecto de bondad de la razón eterna de Dios, que con la fuerza creadora y redentora de su Palabra, da origen al mundo. Esta primera afirmación nos recuerda que nuestra vocación no es simplemente existir en el mundo, estar insertados en una historia, ni tampoco ser solamente una criatura de Dios; es algo más grande: es el haber sido elegidos por Dios incluso antes de la creación del mundo, en el Hijo, Jesucristo. En Él, existimos , por así decirlo, ya desde siempre. Dios nos considera en Cristo, como hijos adoptivos. El "proyecto benévolo" de Dios, que es calificado por el Apóstol como "proyecto de amor" (Ef. 1,5), es definido como "el misterio" de la voluntad de Dios (v. 9), escondido y ahora revelado en la Persona y en la obra de Cristo. La iniciativa divina precede a toda respuesta humana: es un don gratuito de su amor que nos envuelve y nos transforma.
     Pero ¿cuál es el objetivo final de este plan misterioso? ¿Cuál es el centro de la voluntad de Dios? Es aquello, --nos dice san Pablo--, de "hacer que todo tenga a Cristo por cabeza" (v. 10). En esta expresión se encuentra una de las formulaciones centrales del Nuevo Testamento que nos hacen entender el plan de Dios, y su designio de amor por la humanidad, una formulación que en el siglo II, san Ireneo de Lyon colocó como núcleo de su cristología: "recapitular" toda la realidad en Cristo. Tal vez algunos de ustedes recuerden la fórmula usada por el papa san Pío X para la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús: "Restaurar todas las cosas en Cristo" (Instaurare omnia in Christo), una fórmula que hace referencia a esta expresión paulina, y que también fue el lema de aquel santo Pontífice.
     El Apóstol, sin embargo, habla más específicamente de recapitular el universo en Cristo, y esto significa que en el gran esquema de la creación y de la historia, Cristo se presenta como el centro de todo el camino del mundo, la columna vertebral de todo, que atrae a sí mismo la totalidad de la realidad misma, para superar la dispersión y el límite, y conducir todo a la plenitud querida por Dios (cf. Ef. 1,23).
     Este "designio benevolente" no ha permanecido, por así decirlo, en el silencio de Dios, en la cumbre de su Cielo, sino que Él lo ha hecho saber entrando en relación con el hombre, al cual no le ha revelado cualquier cosa, sino a sí mismo. Él no ha comunicado simplemente un conjunto de verdades, sino que sea ha auto-comunicado a nosotros, hasta ser uno de nosotros, a encarnarse. El Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática Dei Verbum dice: "Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado, tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza divina" (n. 2). Dios no solo dice algo, sino que se comunica, nos introduce en la naturaleza divina, de modo que estemos envueltos en ella, divinizados. Dios revela su gran proyecto de amor al entrar en relación con el hombre, acercándose a él hasta el punto de hacerse él mismo un hombre. "Lo invisible de Dios --continúa la Dei Verbum--, en su abundante amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex. 33,11; Jn. 15,14-15) y mora con ellos (cf. Ba. 3,38) para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía" (ibid.). Con la sola inteligencia y sus capacidades, el hombre no habría podido alcanzar esta revelación tan brillante del amor de Dios; es Dios quien ha abierto su cielo y se abajado para conducir al hombre hacia el abismo de su amor.
     Más aún, san Pablo escribe a los cristianos de Corinto: "Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman. Porque a nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta la profundidades de Dios" (1 Co. 2, 9-10). Y san Juan Crisóstomo, en una famosa página de comentario a la Carta a los Efesios, invita a disfrutar de toda la belleza del "benévolo designio" de Dios revelado en Cristo. Y san Juan Crisóstomo dice: "¿Qué te falta? Te has convertido en inmortal, te has hecho libre, te has convertido en hijo, te has convertido en justo, eres un hermano, te has convertido en un coheredero, con Cristo reinas, con Cristo eres glorificado. Todo se nos ha dado, y --como está escrito-- ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?" (Rm. 8,32). Tus primeros frutos (cf. 1 Co. 15, 20.23) son adorados por los ángeles [...]: ¿qué te falta?" (PG 62.11).
     Esta comunión en Cristo por obra del Espíritu Santo, ofrecida por Dios a todos los hombres con la luz de la Revelación, no es algo que se superpone a nuestra humanidad, sino que es el cumplimiento de los más profundos anhelos, de aquel deseo del infinito y de plenitud que habita en las profundidades del ser humano, y lo abre a una felicidad no temporal y limitada, sino eterna. San Buenaventura de Bagnoregio, en referencia a Dios que se revela y nos habla a través de las Escrituras, para llevarnos a Él, dice: "La Sagrada Escritura es [...] el libro en el que están escritas palabras de vida eterna para que, no solo creamos, sino también poseamos la vida eterna, donde veremos, amaremos y todos nuestros deseos se realizarán" (Breviloquium, Prol., Opera Omnia V, 201s.).
     Finalmente, el beato papa Juan Pablo II dijo, y cito, que "La Revelación introduce en la historia un punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir, si quiere llegar a comprender el misterio de su existencia; pero, por otra parte, este conocimiento remite constantemente al misterio de Dios que la mente humana no puede agotar, sino sólo recibir y acoger en la fe." (Fides et ratio, 14).
     En esta perspectiva, ¿cuál es entonces el acto de fe? Es la respuesta del hombre a la Revelación de Dios, que se da a conocer, que manifiesta su designio de benevolencia; y es, para usar una expresión de san Agustín, dejarse tomar de la verdad que es Dios, una verdad que es Amor. Por esto san Pablo subraya como a Dios, que ha revelado su misterio, se le deba "la obediencia de la fe" (Rm. 16,26; cf.1,5; 2 Co. 10, 5-6), la actitud con la que "el hombre se confía libre y totalmente a Dios, "prestando a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad", y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por El". (Cost. Dogm. Dei Verbum, 5). La obediencia no es un acto de imposición, sino es un dejarse, un abandonarse en el océano de la bondad de Dios.
     Todo esto lleva a un cambio fundamental en la manera en que nos relacionamos con la realidad entera, todo aparece en una nueva luz; se trata por lo tanto, de una verdadera "conversión", la fe es un "cambio de mentalidad", porque el Dios que se ha revelado en Cristo y ha dado a conocer su plan de amor, nos toma, nos atrae a sí mismo, se convierte en el sentido que sostiene la vida, la roca sobre la que se puede encontrar la estabilidad. En el Antiguo Testamento encontramos una expresión intensa sobre la fe, que Dios confía al profeta Isaías para comunicárselo al rey de Judá, Acaz. Dios dice: "Si no se afirman en mí –osea, si no se mantienen fieles a Dios--, no serán firmes" (Is 7,9 b). Por lo tanto, existe un vínculo entre el permanecer y el comprender, que expresa bien cómo la fe es un acoger en la vida la visión de Dios sobre la realidad, dejar que Dios nos guíe a través de su Palabra y de los sacramentos, para entender lo que debemos hacer, cuál es el camino que debemos tomar, cómo vivir. Al mismo tiempo, sin embargo, es la comprensión a la manera de Dios, y ver con sus propios ojos lo que hace una vida sólida, que nos permite "estar de pie", y no caer.
Queridos amigos, el Adviento, el tiempo litúrgico que apenas hemos empezado, y que nos prepara para la Navidad, nos pone de frente el luminoso misterio de la venida del Hijo de Dios, al gran "diseño de bondad" con el que quiere atraernos a Sí, para hacernos vivir en plena comunión de alegría y de paz con Él. El Adviento nos invita una vez más, en medio de muchas dificultades, a renovar la certeza de que Dios está presente: Él ha venido al mundo, convirtiéndose en un hombre como nosotros , para traer la plenitud de su designio de amor. Y Dios exige que también nosotros nos convirtamos en una señal de su acción en el mundo. A través de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor, Él quiere entrar en el mundo siempre de nuevo, y quiere siempre de nuevo hacer resplandecer su luz en la noche.
Traducción de original italiano por José Antonio Varela V.

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